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LA NIÑA GALLO y la lucha contra la explotación sexual


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El 4 de setiembre asistí a la sala teatral Cajamarca-Marabunda, en pleno centro de la capital de Mendoza, predispuesto a ver la Niña Gallo.

El texto es de Érica Gómez, como así también la dirección.

A las 20.45 ingreso al teatro y a las 21.20 ya me encuentro sentado en una de las butacas del medio. Me gusta allí para no perderme detalle: quiero observar la minuciosidad de la puesta en escena, de las actuaciones, pero principalmente, la trama dramática.

La obra nos introduce en la vida de una niña que vive en un gallinero desde los 4 años, y a los 8, su abuela –quien la ha criado-, muere. Su madre (que vive explotada como obrera rural) la viene a buscar y la entrega a “la vida” o mejor dicho, a lo peor de ella: a la soledad de una calle subalterna que existe al margen de las avenidas, una calle en donde les niñes –absortos de derechos- deambulan para “hacer un mango” del cual se quedarán con una mínima “tajada” después de pagar tributo a la explotación. Y así, el devenir de los días y los años: el comercio del sexo que no es otra cosa que explotación sexual, el abuso infantil, la amistad indocumentada de Latinoamérica, y el final, que no puede ser otro, que la ausencia de la justicia en un mar de reproches a la víctima.

Esa es la historia, al menos para mí.

La niña gallo, relacionada con la historia de la desaparición de Johana Chacón (desaparecida el 4 de setiembre de 2012), hace uso de fechas y lugares comunes como lo es la Villa Tulumaya en el departamento de Lavalle.

Ahora bien, ¿la niña gallo es solo la historia de una niña prostituida en la profunda soledad de una sociedad que no la mira ni para saludarla?

Creo que no.

La obra se impregna de elementos sociales que sin constituirse en un panfleto –cuestión que no estaría mal si lo hiciese- reflexiona acerca del tejido social existente en un sistema de explotación, como el actual, en el que la venta de la fuerza de trabajo se lleva adelante sin miramientos de quienes conforman esas amplias mayorías, a las que se le han expropiado históricamente los medios de producción para luego someterlas al lazo del patrón que se constituye como clase dominante, siendo en esta etapa, los monopolios industriales, terratenientes y latifundistas, y dueños de bancos. Con la particularidad que en una economía dependiente como en Argentina, el nudo en donde se atan esos lazos, son los imperialismos que se disputan el control del mundo (los más agresivos en la actualidad: EEUU, China, Rusia y los países que conforman el Mercado Común Europeo).

Es decir, la niña gallo, a mi modo de entender, es la representación social de la explotación existente llevada a su máximo exponente, en otras palabras: la venta del propio cuerpo.

¿Qué es la venta del propio cuerpo?

Las relaciones humanas están atravesadas por la búsqueda para satisfacer las necesidades que se desarrollan en el mundo interno en función de la supervivencia de la especie humana. Esa búsqueda implica la relación con el mundo externo, que se constituye como fuente de gratificación de dichas necesidades. Sin embargo, la subjetividad, como proceso de internalización del mundo externo va acumulando sensaciones, ideas y prácticas que son construidas como mirada del mundo hacia uno. En otras palabras, somos el mundo.

Esas sensaciones, ideas y prácticas, conviven en los sujetos contradiciéndose, y es un proceso que se transforma constantemente a partir de una continuidad en la relación del sujeto con el mundo, o sea, también, el mundo somos nosotros.

Por lo cual, la venta de los cuerpos, es una forma de explotación de enorme consecuencias en la constitución de la subjetividad.

En ese aspecto, la obra “La niña gallo” desarrolla, gracias a un gran texto en cuanto a sus cualidades dramáticas, y a una actuación con enormes matices de quien habita el personaje de la protagonista, una idea de “cuerpo vendido”, de explotación y lucha contra el sistema que genera estigmas hacia los más pobres -que el propio sistema genera- que moviliza hasta lo más profundo de quienes confiamos en las fuerzas populares, en su capacidad de organizarse y tomar en sus manos la solución a los graves sufrimientos.

En la niña gallo quedan las preguntas formuladas: ¿cómo no pelear contra la explotación y los explotadores? ¿Cómo no transformar una justicia que privilegia a los privilegiados del feudo que la integra? y ¿cómo no animarse a pensar en una sociedad en la que las mayorías populares den vuelta la tortilla y se haga realidad aquel cántico de la guerra civil española y la lucha contra el franquismo: “…que la tortilla se vuelva… se vuelva… que los pobres como pan y los ricos, mierda… mierda…”?

La actuación de Josefina Ormeño en el personaje de Niña Gallo logra, con simpleza y profundidad, como si fuera fácil, emocionar con cada palabra, con cada movimiento de gallinero y con cada acción interna. En lo personal, creo que ha sido una interpretación de enorme oficio. Todo director teatral quisiera contar con una actriz de esa fuerza interpretativa.

Cintia Zolorza, interpreta a la colombiana Estela, y junto a Mary Dillon en el personaje de la Abuela, constituyen un sostén fundamental para que Ormeño, despliegue su interpretación. Zolorza y Dillon, con cada texto y cada mirada, pintan el escenario de una dinámica compleja que termina posibilitando el encuadre perfecto para una obra que necesita de interpretaciones certeras para llegar al corazón de los espectadores.

Completan el elenco Celeste Rodríguez de Mesa (Fiscal Medraza), Raúl Ricardo Rojas (Questo- Flecha Gómez) y Érica Gómez (Madre de niña gallo), les tres, si bien la permanencia sobre el escenario es menor, sus intervenciones generan el conflicto necesario para el desarrollo de la trama.

La escenografía y el vestuario, correcto para lo planteado.

Y la dirección de la propia Érica Gómez, en lo que a mí respecta, está muy lograda, pudiendo poner en escena, sin demasiados artilugios técnicos, una obra que no sólo es una lectura de la trata y la explotación, sino de un planteo de sociedad necesaria para acabar con esos flagelos.

Enormemente recomendable.

Mgter. Alberto E. Muñoz


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